Como salida de un cuento por su rostro que irradia paz, Gioconda Centeno nos deja ver su arte plasmado en hermosísimas pinturas que galardonan su vida.
Nació en Santos Lugares, provincia de Buenos Aires un frío agosto del año 28.
Desde muy chica comenzó a pintar y se mezcló con los grandes maestros de, comenzando con Fernando Fader, Melgarejo Muñoz, Lola Nucifora, Bonavía, Morás, Lemme, Salis, y Belloq.
Es egresada (1951) de la Escuela Nº 5 de Artes Decorativas “Fernando Fader” y realizó Cursos de Grabado, Afiches, e Ilustración del libro.
En su trayectoria fue galardonada en 1948 con el 1º Premio Círculo La Brasa de Ramos Mejía. En 1951 participa en el 1º Salón de Estudiantes de Artes Plásticas, organizado por la Dirección General de Cultura de la Nación. En 1993 obtuvo el 2º Premio en pintura óleo, Asociación Amigos del Tranvía. En 1998/ 99 / 00 / 01 / 02 / 03 participa en Muestras Arte y Estudio, Ávalos 2086 Capital. En el 2000 expone en el Museo Brig. Cornelio Saavedra. En 2002/6/7/8 participa en las exposiciones del Centro de Gestión y Participación N° 12. Y en el 2003 expone en la Asociación Vecinal Barrio Cornelio Saavedra.
Utiliza óleos y acrílicos plasmando una técnica libre que le permite dar a sus cuadros un realismo que impresiona por la expresividad que irradian, especialmente con las figuras de mujer que tienen una expresión tan fresca que desde donde se las observa parece que su mirada nos persigue sigilosamente. Nos cuenta Gioconda, que su pintura favorita es “La Muerte de Carlos Gardel” pintado en el momento en que se enteró de su deceso, a pesar de que era demasiado chica para tan fuerte impacto. Sus cuadros llevan nombres que marcan muy fuerte la identidad de cada uno: “Soledad”, “Andrea del Bocca”, “Amalia Sotomayor”, “Mujer con Capelina”, “Joven de la Ciudad”, “Moda 1960”, “Reminiscencia”,”En la Mesada”, “Un Recuerdo”, entre otros.
En los años 50 llegó al barrio ya casada, y pronto también llegaron sus dos mayores obras: sus hijos Alberto Enrique y Armando Emilio, quienes llevan en la sangre una fuerte veta artística, ya que su padre fue pintor, ebanista, profesor de Historia del Arte y fotógrafo. Crecieron en las calles del Barrio y tienen muy presente el paso del tiempo y los grandes cambios de fisonomía que ha sufrido.
Gioconda recuerda como anécdota del barrio, más que anécdotas vivencias… “que todo era nuevo, brillaba, las casas blancas sobre una alfombra verde continua con sus ligustros recién plantados en la que se veía desde Andonaegui hasta Aizpurúa… además de ver los techos rojos recortados sobre el amplio cielo celeste , las noches de estrellas, el olor al río, las “bandadas” de mariposas en las primaveras, los alguaciles antes de la lluvias…y también el cine teatro del barrio en el que se daban los estrenos en simultáneo con los del centro, su cortinado de terciopelo rojo, y sus acomodadores de guante blanco”.
Con sus pinceles han quedado plasmadas imágenes del Parque General Paz de aquellas tardes en las que llevaba a sus hijos a corretear. Hoy sigue pintando con pausa, tratando de que el tiempo no pase y que los recuerdos se queden en su mente.
El haberme permitido admirar sus cuadros me ha dejado un colorido abanico de imagines y hoy, en el recuerdo, cierro los ojos y veo a la “Mujer de Capelina” como me persigue con su mirada mientras recorría su “atelier”.
Gracias Gioconda por tu arte.
Nota. Norma H. Rozadas